sábado, 6 de junio de 2009

A N D E R S E N.-

Christian Andersen (1,805-1875), nacido en el pueblecito de Odensee y muerto en Copenhague (la ciudad que allí tiene un nombre bastante distinto del que le damos aquí), es el mejor autor de cuentos para niños que haya existido jamás. Sus mejores cuentos traducidos a todos los idiomas, puede ser El ruiseñor, El patito feo y La sirenita que tiene una estatua, sobre una roca, en el mar, junto al muelle del puerto de Copenhague.
Andersen en la Novela de mi vida cuenta algunas anécdotas propias. Su padre era zapatero. Nunca sobraba dinero en la casa. Y el padre, los días de fiesta, se llevaba al hijo lejos de la población y allí los dos solos, les leía cuentos, fábulas y comedias. Christian los contaba después a los otros niños y se burlaban de él. Le llamaban en burla:
- Ahí va el titiritero.
Y Andersen dice: “Yo sabía que nunca sería titiritero y también sabía que llegaría a ser algo más y mejor que todos aquellos muchachos burlones”

Cuando yo era un escritor famoso, aunque no rico, el rey de Dinamarca le quiso conocer. Y en la audiencia que le concedió le hizo explicar cosas de su vida. Andersen se limitó a decir:
- Pues mi vida es mi trabajo.
- ¿Y te basta?
- ¿Qué más puedo desear?
- De todos modos, si algo necesitas, no tienes sino decírmelo.
- Pues…..la verdad es que no necesito nada.
Un palatino que le acompañó en la entrevista le dijo después que el rey estaba dispuesto a favorecerle y que era una lástima que no hubiese pedido nada.
- Si, lo comprendo; le habré parecido tonto Pero ¿qué le iba a pedir si no necesito nada?


Cuando le llegó la hora de hacer la primera comunión, se presentó al párroco que le admitiera en la preparación.
- ¿Quién eres?
- Soy el hijo del zapatero Andersen.
- El padre solo preparaba personalmente a los hijos de las familias ricas. los otros, los pobres, los hacía preparar por el vicario. Esta discriminación molestó a Andersen. Y muchos años después estaba pasando unos días en la isla de Forth, invitado por los reyes, que tenían allí una casa de campo. Cuando fueron a los oficios divinos, en la iglesia, Andersen reconoció aquel párroco de tantos años atrás. Le contó al rey lo sucedido y el rey, de acuerdo con el, preparo una divertida broma. Prestó a Andersen un coche real, con cuatro caballos y cuatro criados, le vistió como un gran personaje y así Andersen fue a visitar al párroco. Y solo le dijo que iba a recordarle que, tantos años atrás, se había negado a prepararle para la comunión por no considerarle suficientemente rico.
- Y ahora – le dijo- puedo cubrir de oro vuestra iglesia. La torre no, desde luego; es demasiada alta.
- Y se fue.


Una madrugada, en 1,964, la Sirenita, que es de bronce, apareció decapitada. Y menos mal que se había conservado el molde de la cabeza y se pudo hacer, como se hizo, otra exactamente igual.
Para el rostro de la Sirenita había servido de modelo una bailarina de ballet “Ellen Price”. Era en 1,912. Se hablaba de hacer el monumento a la Sirenita. Un tal señor Jacobsen, que tenía entonces 65 años, había visto un ballet en que una de las bailarinas, en su papel de Sirena, estaba prodigiosa. El tema del ballet se había tomado del cuento de Andersen. Pagó la estatua a condición de que la bailarina sirviera de modelo. Se lo propusieron y ella aceptó. La bailarina posó cuatro veces para el escultor Eriksen. La bailarina (se llama Ellen Price y el ballet era suyo) tiene ahora muchos años y estuvo retirada en el asilo de ancianos de Glostrup. En una entrevista con un periodista, le decía:
- Ya solo deseo una cosa: que después de muerta me lleven a la isla de Bornholm, donde descansa mi marido y me entierren a su lado.
Con ocasión de haber sido decapitada la estatua, la vieja bailarina dijo:
- He tenido la impresión de s a mi a quien han cortado la cabeza.
Ya recompuesta la estatua, se volvió a inaugurar y el alcalde de la ciudad le ofreció una ramo de flores. Nunca han sido encontrados los autores de este salvaje atentado.


Había en Copenhague un tal Tatoo-Ole, que se dedicaba a hacer tatuajes. Una bailarina de cabaret le visitó y le pidió que le tatuara algo en el cuerpo, un poco más arriba de la cintura y debajo del pecho. Tatoo-Ole le ofreció varios modelos, cada uno con su precio.
- ¿No podrías tatuarme la Sirenita?
- Desde luego que si
- Si no me cobras mucho.
- Nada; un tatuaje así te lo regalo.
Y un tiempo después se estaba poniendo de moda entre las bailarinas de los cabarets llevar tatuada la Sirenita. Y Tatoo-Ole, gracias a su regalo, ganó mucho dinero.

¿Y que es de verdad una sirena?
Cuenta la leyenda clásica que son hijas de forcis; un personaje maligno. En el Olimpo compitieron con las musas, fueron derrotadas y se retiraron a la Isla de Sicilia, donde ejercían su maléfico poder. Al principio se las representaba con cabeza de mujer y cuerpo de pajarraco. Después se convirtieron en seres marinos. Todos los mitos coinciden en que las sirenas atraen a los hombres con su canto y si los hombres no saben resistir y acuden, ellas les matan. Solo un hombre las pudo vencer: Orfeo, , con su lira. Cuando ellas oyeron la música de Orfeo enmudecieron y sintiéndose derrotadas, huyeron.
En la leyenda clásica las sirenas han muerto. Un oráculo había predicho que desaparecerían el día en que un hombre pudiera li9brarse del hechizo de su canto. Ulises se libró y era un hombre (Orfeo era un Dios). Se hizo atar al palo mayor de la nave y se hizo taponar los oídos. Y se libro así. Y ellas, después se precipitaron al mar y desaparecieron para siempre.
En el mar, donde las encontró Andersen y de dónde sacó a la protagonista de su precioso cuento La Sirenita.


Una sirena marina, llamada Parténope, fue arrojada muerta a una playa de Italia. Nadie supo jamás la causa de su muerte. Los pescadores recogieron el cadáver con todo respeto y le dieron sepultura a la orilla del mar. A fin de que todo el mundo pudiera admirar su belleza tardaron unos días en cubrirla. Acudió gente de toda Italia para admirar la suave belleza de aquel rostro.
Primero se levantaron tiendas y después se fueron edificando cosas alrededor de la tumba; así nació una pequeña ciudad, que se llamó al principio igual que la sirena y que luego cambió de nombre y se llamó Nápoles.


Las Sirenas, después de descubierta América, pasaron al Atlántico por el estrecho de Gibraltar y llegaron a algunos países del otro lado. Una vez al año, a principios de verano, la localidad brasileña de Ris Vermehios entra en trance. Han acudido los hombres y las mujeres de las aldeas vecinas y durante dos días, a los acordes desencadenados de las orquestas de allí, las mujeres depositan en cestos, preparados para ello, algunas de las cosas que usan para realizar su encanto: cremas de belleza, barras de labios, esmaltes, collares, pulseras, revistas de moda….Todo el cargamento se sube a un barco y desde allí, se arroja por la borda al mar, que lo engulle. Y, durante la ceremonia, cada mujer pide la más deseada gracia a la diosa Yamanja.

En Escocia cuentan una curiosa anécdota de una sirena que unos pescadores sacaron en la red, con los peces. Le propusieron que se quedara un tiempo con ellos, la sirena accedió y ocho días después, ya cansada de los hombres, se arrojo otra vez al mar.
Y para demostrar a las hombres la poca consideración que le merecían, les dijo:
- Sois unos estúpidos, pues tiráis el agua en la que habéis cocido los huevos.

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